Ahí viene una vez más sobre
su caballo imponente,
estremeciendo la tierra por
donde pasa.
Ahí viene enseñoreándose de
lo que mira,
creyéndose amo y señor de
todas las cosas,
burlándose de los que se le
enfrentan,
y dándoles una irrisoria
ventaja antes de aplastarlos
para
acabar con ellos.
Ahí viene con su mirada
petulante,
tirando escupitajos por los
ojos a quienes le piden clemencia.
Ahí viene con sus serpientes
como escolta principal,
que se dedican a morder los
talones
a aquéllos que tuvieron la
desventura de conocerlo en persona.
Ahí viene amenazante,
con sus tambores y trompetas
anunciando la guerra.
Se ve fuerte, gigante,
impenetrable, indestructible.
La arrogancia es su perfume,
la dureza de corazón su vestimenta.
Nada le interesa, nada lo
conmueve.
Lo escucho venir;
galopa a toda velocidad.
Su cuerpo a lo lejos parece
transformarse,
va sufriendo una
metamorfosis.
A medida que se acerca sobre
su caballo,
se funde con él, luciendo
como un centauro furioso.
Luego su pecho se inclina
cada vez más hacia al suelo
y cambia de aspecto a una
ágil pantera.
Abre sus fauces mientras su
mirada penetra la mía
congelando por completo la
sangre que fluye en mi cuerpo.
Cada vez está más cerca,
puedo sentir como tiembla la
tierra.
Su respiración agitada y
sincronizada con sus secos rugidos
componen una terrorífica
sinfonía;
sin embargo, a pesar del
panorama,
mi corazón sigue latiendo.
Concentro mi atención en
cada pulsación,
y me percato de que suenan
como aquellos tambores de guerra
con los que él tanto me
atemorizaba.
Mientras más los escucho
más me fortalezco,
pues con cada latido
mi sangre fluye un poco más.
En ese instante,
las cosas a mi alrededor se van
deteniendo poco a poco,
y él parece quedar
suspendido en el aire
antes de que sus pisadas toquen
el suelo una vez más;
todo luce más lento.
Me da tiempo para
reincorporarme,
desenvainar mi espada y
esperar su llegada.
La tomo fuertemente entre
mis manos en posición horizontal,
y espero decididamente a que
se acerque
acompañado de ese nuevo
ritmo que lo llevará a su fin.
Ahí viene,
se ha dado cuenta de lo que
le espera.
Viene tan rápido,
que en un intento fallido
por detenerse
resbala dando tumbos por
todas partes antes de quedar
absolutamente unido a mi
espada;
a esta espada llamada Libertad.
¡Te he vencido!
Me has declarado la guerra
pensando engreídamente que
nadie te vencería,
y menos alguien como yo.
¡Te expongo CRONOS ante
todos aquellos que has oprimido!
Para quienes se encuentre
con tu ejército hagan lo mismo;
levantar su espada y gritar:
¡LIBERTAD!
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