domingo, 21 de febrero de 2016

TIEMPO


Ahí viene una vez más sobre su caballo imponente,
estremeciendo la tierra por donde pasa.
Ahí viene enseñoreándose de lo que mira,
creyéndose amo y señor de todas las cosas,
burlándose de los que se le enfrentan,
y dándoles una irrisoria ventaja antes de aplastarlos
para acabar con ellos.      
                     
Ahí viene con su mirada petulante,
tirando escupitajos por los ojos a quienes le piden clemencia.
Ahí viene con sus serpientes como escolta principal,
que se dedican a morder los talones
a aquéllos que tuvieron la desventura de conocerlo en persona.

Ahí viene amenazante,
con sus tambores y trompetas anunciando la guerra.
Se ve fuerte, gigante, impenetrable, indestructible.
La arrogancia es su perfume,
la dureza de corazón su vestimenta.
Nada le interesa, nada lo conmueve.

Lo escucho venir;
galopa a toda velocidad.
Su cuerpo a lo lejos parece transformarse,
va sufriendo una metamorfosis.

A medida que se acerca sobre su caballo,
se funde con él, luciendo como un centauro furioso.
Luego su pecho se inclina cada vez más hacia al suelo
y cambia de aspecto a una ágil pantera.
Abre sus fauces mientras su mirada penetra la mía
congelando por completo la sangre que fluye en mi cuerpo.

Cada vez está más cerca,
puedo sentir como tiembla la tierra.
Su respiración agitada y sincronizada con sus secos rugidos
componen una terrorífica sinfonía;
sin embargo, a pesar del panorama,
mi corazón sigue latiendo.

Concentro mi atención en cada pulsación,
y me percato de que suenan como aquellos tambores de guerra
con los que él tanto me atemorizaba.

Mientras más los escucho
más me fortalezco,
pues con cada latido
mi sangre fluye un poco más.

En ese instante,
las cosas a mi alrededor se van deteniendo poco a poco,
y él parece quedar suspendido en el aire
antes de que sus pisadas toquen el suelo una vez más;
todo luce más lento.

Me da tiempo para reincorporarme,
desenvainar mi espada y esperar su llegada.
La tomo fuertemente entre mis manos en posición horizontal,
y espero decididamente a que se acerque
acompañado de ese nuevo ritmo que lo llevará a su fin.

Ahí viene,
se ha dado cuenta de lo que le espera.
Viene tan rápido,
que en un intento fallido por detenerse
resbala dando tumbos por todas partes antes de quedar
absolutamente unido a mi espada;
a esta espada llamada Libertad.

¡Te he vencido!
Me has declarado la guerra
pensando engreídamente que nadie te vencería,
y menos alguien como yo.

¡Te expongo CRONOS ante todos aquellos que has oprimido! 
Para quienes se encuentre con tu ejército hagan lo mismo;
levantar su espada y gritar: ¡LIBERTAD!

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