viernes, 11 de septiembre de 2015

A pies descalzos



El olor a leche recién hervida y el sonar de los platos en la cocina, me despiertan en conjunto con los rayos de sol entrando por la cortina de mi habitación. Con cosquillas amistosas que pasean por mi rostro, me invitan a saborear un nuevo día.

De un brinco me levanto de la cama, me pongo lo primero que encuentro y salgo corriendo para colgarme del cuello de papá mientras pone algunos leños al fuego de la cocina.

Mamá por otro lado, con una sonrisa en su rostro enmarcada por sus enrojecidas mejillas, rebana un pan que acababa de hacer, colocando en él un generoso trozo de queso fresco.

Los rayos de sol tocaban ansiosos la puerta llamándome a jugar. 
Mientras papá insistían en que no me apresure en comer, pues podía atorarme con algo en la garganta.

Con el pan a medio tragar y con otro en la mano, le doy un beso a mamá y salgo corriendo de la casa, agitando aquel bocado que aún me quedaba, para llamar la atención de mi fiel amigo que se encontraba recostado moviendo su cola junto al calor del fuego.

Corremos a toda velocidad; lo hacemos como si estuviéramos en una carrera con los primeros rayos de la mañana, viendo quién llega primero a mi lugar favorito para recibir al sol en su inigualable entrada que da inicio a un nuevo día.

Mis sentidos despiertan y se afinan uno a uno; me deleito con ello.

El aire fresco moviendo mi pelo y acariciándome la piel, hace que mis poros se ericen y dé un pequeño escalofrío. Mis pulmones se llenan de ese aire; de ese aire tan puro como la mirada de un bebé recién nacido.

Mis oídos abrazan las notas musicales que entona la naturaleza a través del concierto de las aves, de mi fiel amigo jadeando, de los insectos que ya han despertado y pasean junto a mí, de las ovejas balando y alimentándose entre el rocío, e incluso, de la secreta canción del sol que levanta cada vez que se asoma tras la lejana cordillera.

Es inevitable sonreír; mi alma canta con esta música mientras mis pies discretamente danzan descalzos sobre el mojado pasto de la mañana.

Todo es una obra de arte, todo es perfecto, incluso la llegada silenciosa de mi padre que cubre mi espalda con una manta y con acogedores zapatos mis pies...

(Fotografía: Patricio Salas S. Chiloé, Chile)

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