viernes, 21 de agosto de 2015

Una mañana de lluvia



Limpio haciendo un círculo la ventana empañada de mi habitación; las gotitas desde el otro lado del vidrio caen resbalando como haciendo una gran carrera. Miro hacia afuera y veo el viento sacudiendo los árboles; las nubes vienen cargadas de lluvia. 
Un niño camina por las calles con una gran sonrisa saltando por los charcos, mientras mira orgulloso sus botas de goma que protegen sus pies. Tras él camina su mamá, sonriente también, pero alertándolo cada cierto tramo para que no se moje más de la cuenta. 
Más allá, diviso un perro que avanza rápidamente por las calles buscando algún refugio antes de que caiga el aguacero, su cola entre las piernas y su tiritar me hace pensar en el frío que debe hacer. Lo sigo con mi mirada y entra al negocio que hay frente a mi casa, recostándose en el aserrín que hay amontonado en una esquina del piso; la señora María se compadece y lo deja ahí. 
Comienzan a caer las anunciadas gotitas de lluvia; voy a ver el fuego y pongo un poco más de leña. Vuelvo a la ventana y la limpio una vez más. 
Comenzó un gran aguacero, es tan fuerte que no logro ver la esquina de la calle. Caen granizos; todo está quedando blanco. Saco mi mano por la ventana entre abierta y me caen algunos del tamaño de una habichuela... 
Dejó de granizar; veo que vienen de regreso el niño con su madre. El pequeño se percibe aún más extasiado con la aventura, pues ahora todo el suelo cruje con los pequeños cristales de hielo e imagina estar en la montaña más nevada. 
Sin duda, fue su mejor salida a comprar pan...

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