Cuando la luz del día comienza a menguar, uno a uno van
apareciendo los destellos anaranjados de una ciudad adormecida.
Párpados que se entrecierran después de una jornada llena de
actividades; cuerpos con el rastro de las horas transcurridas y que piden al
caer el sol, reposar aunque sea solo unos minutos en absoluto silencio.
Cuando el palpitar de los músculos cansados a cesado, una
nueva ruta se traza para llegar a la mejor cita de la noche; la almohada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario