viernes, 3 de junio de 2016

Desde mi ventana


Sentada frente a la ventana me puse a observar lo que estaba delante de mí.
Mi mirada atraviesa el vidrio decorado por esas gotitas de lluvia que dejaron su rastro mientras descendían de lo alto del ventanal.
Está tan frío afuera, que el calor de mi respiración lo empaña, y con ello nace una invitación a aferrarme un poco más a esa frazada que cubre acogedoramente mi espalda.
La luz del día poco a poco va disminuyendo, pero parecen un juego constante de colores que revolotean sobre las nubes y aquellos árboles que se atraviesan por el camino.

El pasto se ve más verde que nunca y las vacas que están a lo lejos, parecen relucir su traje blanco y negro como si fuesen a una fiesta.
Alcanzo a oír el último trino de las avecitas antes de que vayan a dormir, en una espontánea armonía formada con el arder de la leña de la chimenea que me acompaña.
Es un momento perfecto, no necesito decir, hacer o pensar nada más allá de lo que está sucediendo ahora.
Todo esto hace que el transcurso de los minutos acaricie alma con el espectáculo.

Avanza el sol en su camino, y con ello extiende un manto que arrulla a la tierra invitándola a dormir.
Coquetamente, aparecen unas estrellas que decoran el cielo como pendientes de diamantes, anunciando la joya más hermosa de la noche; la luna.
Me dan ganas de aplaudir lo que veo, lo que oigo, lo que siento.
En medio de este maravilloso show, me percato de que me encuentro en la sala iluminada solamente por la chimenea, y en un repentino parpadeo, mi mirada choca con ese vidrio que antes lo atravesaba e invitaba a pasear por los alrededores, para observar el nuevo cuadro que se presentaba delante de mi… Mi reflejo.

Me miro entre la danza provocada por la luz del fuego y no puedo evitar que se me escape una sonrisa.
Me doy cuenta que han pasado los años, y con ello han aumentado los recuerdos y los momentos para atesorar, como el que acababa de vivir.
Una vez más me aferro a esa suave frazada, cierro mis ojos y aunque me encuentro sentada, apoyo mi cabeza sobre el respaldo y comienzo a colorear mis sueños, con la dicha de la poesía de los momentos sencillos pero cargados de valor… Con aquellos tesoros para el corazón.

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