Sentada frente a la ventana me puse a observar lo que estaba
delante de mí.
Mi mirada atraviesa el vidrio decorado por esas gotitas de
lluvia que dejaron su rastro mientras descendían de lo alto del ventanal.
Está tan frío afuera, que el calor de mi respiración lo
empaña, y con ello nace una invitación a aferrarme un poco más a esa frazada
que cubre acogedoramente mi espalda.
La luz del día poco a poco va disminuyendo, pero parecen un
juego constante de colores que revolotean sobre las nubes y aquellos árboles
que se atraviesan por el camino.
El pasto se ve más verde que nunca y las vacas que están a
lo lejos, parecen relucir su traje blanco y negro como si fuesen a una fiesta.
Alcanzo a oír el último trino de las avecitas antes de que
vayan a dormir, en una espontánea armonía formada con el arder de la leña de la
chimenea que me acompaña.
Es un momento perfecto, no necesito decir, hacer o pensar
nada más allá de lo que está sucediendo ahora.
Todo esto hace que el transcurso de los minutos acaricie
alma con el espectáculo.
Avanza el sol en su camino, y con ello extiende un manto que
arrulla a la tierra invitándola a dormir.
Coquetamente, aparecen unas estrellas que decoran el cielo
como pendientes de diamantes, anunciando la joya más hermosa de la noche; la
luna.
Me dan ganas de aplaudir lo que veo, lo que oigo, lo que
siento.
En medio de este maravilloso show, me percato de que me
encuentro en la sala iluminada solamente por la chimenea, y en un repentino
parpadeo, mi mirada choca con ese vidrio que antes lo atravesaba e invitaba a
pasear por los alrededores, para observar el nuevo cuadro que se presentaba
delante de mi… Mi reflejo.
Me miro entre la danza provocada por la luz del fuego y no
puedo evitar que se me escape una sonrisa.
Me doy cuenta que han pasado los años, y con ello han
aumentado los recuerdos y los momentos para atesorar, como el que acababa de
vivir.
Una vez más me aferro a esa suave frazada, cierro mis ojos y
aunque me encuentro sentada, apoyo mi cabeza sobre el respaldo y comienzo a
colorear mis sueños, con la dicha de la poesía de los momentos sencillos pero
cargados de valor… Con aquellos tesoros para el corazón.
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